14.11.09

Este espacio


Me gusta, de vez en cuando, ir a ver música en vivo sola.
Soy una desconocida, una más del montón. Sorbo mi copa de vino despacito, casi como con pudor. No levanto mucho la mirada, me concentro en el papel y las palabras que corren más rápido que mis dedos.
De vez en cuando pasa alguien y se mueve el piso. La velita que está en mi mesa, y la copa, se tambalean un poco. Entonces dejo de escribir, porque no me gusta que se me corra la letra. Y retomo.
Vine sola. Me gusta tener este espacio. Escribo, observo de reojo, y vuelvo al papel. Y cuando comienza la música me voy a otro mundo. Sorbo, escucho, miro, medito. Que a dónde me traslada la melodía, que qué siento, o qué emociones me brotan a flor de piel.
Recuerdo, proyecto. Y me canso de escribir. Este malbec que me acompaña sabe dulce. Pasea gentil por mi boca, se mece por la cavidad y algunas gotas resbalan en mis labios, como una seda,
El tinto me relaja, pero no al punto de dormirme como el blanco; sino que surte su efecto después de un rato. Me enciende. Su color rubí – apenas distinguible gracias a la luz de la vela – tiñe mis palabras. Relajadas, elegantes, sinuosas, invitantes, sugerentes.
Hasta ahora no releí nada de lo escrito en esta hoja. Usualmente lo hago, pero no hoy. Sólo escribo lo que brota. No sé si estoy siguiendo una “línea”, más bien creo que es la descripción más larga que escribí hasta el momento. Sí, me gusta escribir por si no se nota. Ya llevo unos minutos... y bueno, veremos cómo queda,
En la mesa de al lado dos amigos conversan sobre el lenguaje, antropología – el chico dice que todos pasamos por una etapa mineral? y que luego reencarnamos en seres humanos – ciencia, filósofos, terapia, el karma... y un sinfín de temas que me resultan interesantes.
Pero yo soy ajena a esa charla. Soy una desconocida. Vine sola. Y me gusta tener este espacio.

Nota escrita el miércoles 04/11/09, en algún bar de Buenos Aires.

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